El siglo XX fue un tiempo de apasionamiento ideológico en el que, en lugar de la fuerza de las armas se hizo uso del poder influyente del deporte. Esto dio gran fuerza a la política deportiva, convirtiéndose el deporte en un movimiento de representación ideológica.
Hoy, en el siglo XXI, podría convenir independizar el deporte del Estado, evitando también, de este modo, convertir el deporte en una escusa para la violencia que aparece entre los espectadores de todos los eventos deportivos.
"Creer en el deporte de competición es creer en las relaciones sociales que lo soportan como unas relaciones humanas favorables a la integración de las personas".
El fin del deporte es formar a las personas como personas, ejercitando los valores sociales de relación, como un mecanismo para implantar valores en la sociedad. Solo en el caso de que se considere el deporte como tal, como el ejercicio de competición deportiva y el desarrollo de los participantes, tal vez sea posible esta independencia del deporte y la política.
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